domingo, 8 de septiembre de 2013
El Catecismo del Abuelo
“Relájate y disfruta siendo una católica.” Estas palabras, cargadas de cariño y alegría, me dijo mi suegro José Antonio cuando dejé de ser episcopaliana y me convertí al catolicismo. Me siento muy afortunada de que mi familia política comparta, conmigo y con mis hijos, las fuertes raíces de la cultura Católica arraigada en España. Cuando compartimos momentos con los abuelos, el catolicismo está siempre presente con nosotros. Pero los domingos esa cultura católica se materializa en las clases de catequesis del Abuelo.
Cada domingo nuestros hijos van a las clases de catequesis que se imparten en la casa de los Abuelos. Se sientan todos juntos alrededor de la mesa de la cocina, con sus primos y escuchan atentamente las explicaciones del Abuelo acerca del tema elegido para ese día. Estos temas son muy diversos y van desde la materialización en cuerpos gloriosos después del juicio final hasta el Credo de los Apóstoles.
El Abuelo se sienta en la cabecera de la mesa, a la vieja usanza, con un mortero de latón enfrente de él. Lo usa a modo de “gong” cuando los chicos comienzan a ser revoltosos y a alborotar. Cada pocas semanas, les hace un pequeño examen y les califica delante del resto de los chicos. La verdad es que esto los incita a prepararse las pruebas.
En España, cuando el Abuelo era estudiante, siempre fue una persona muy aplicada y disfrutaba con sus estudios.En cierta ocasión le preguntaron qué cuánto había estudiado para el examen y contestó “Todo el texto,” y ese fue el mote que se le quedó. De esa forma cuando él enseña el Catecismo, espera que sus nietos memoricen sus enseñanzas y que entiendan que están estudiando, sin importar la edad del alumno.
Recientemente un domingo fuimos a misa a una parroquia de la zona. Los chicos estaban revoltosos y no hicieron ningún caso al Evangelio, de tal forma que mi marido les hizo leerlo desde el teléfono móvil después de la misa (y sí, hay una aplicación para eso). El sacerdote se acercó para ver que estaban haciendo los chicos. Después la conversación derivó en una pregunta. “Sabéis que hay un solo Dios, perfecto, pero sabéis cuantas personas hay?” preguntó el sacerdote. “Padre, Hijo y Espíritu Santo,” contestaron los chicos de inmediato. El sacerdote continuó preguntando y los chicos respondiendo acertadamente. “Me apuesto a que no sabéis el Credo de los Apóstoles!” dijo el sacerdote. Mi hija María de 8 años lo recitó perfectamente. “En qué libro de la Biblia, Dios le dio a Moisés los Diez Mandamientos?” Mi hija Lelia que está en sexto grado contestó “El Exodo!” Esta pequeña competición terminó cerca de una hora más tarde cuándo mi marido decidió que los chicos se habían ganado un gran almuerzo con helado incluido, en la cafetería portuguesa a la que solemos ir. Estábamos muy orgullosos de sus respuestas y de su Abuelo que los había enseñado tan bien.
Al domingo siguiente, el sacerdote mencionó a nuestra familia en su homilía. “Sabéis dónde están aprendiendo estos chicos su Fe?” preguntó el sacerdote retóricamente. “Lo están aprendiendo de su Abuelo! Por ello os digo que los Abuelos deben de enseñar religión a sus nietos.” Yo secundo la recomendación del sacerdote. Los chicos han aprendido algunas cosas de nosotros, de la misa, de la escuela parroquial, pero han aprendido infinitamente más de su Abuelo. Él es estricto, pero cariñoso. Reta la inteligencia de los chicos y comprensión con ideas complejas y términos teológicos precisos. El Abuelo pone un listón alto pero los chicos se esfuerzan en alcanzarlo.
Por desgracia, muchos jóvenes católicos hoy en día, no están aprendiendo su fe en las clases de catecismo de escuela parroquial, dónde el nivel es muy bajo, como Bárbara Nicolosi afirmó recientemente. De acuerdo a las afirmaciones de Bárbara “la triste realidad es que las clases de catecismo de las escuelas parroquiales son aburridas, con poca sustancia e irrelevantes, lo que hace que los alumnos se frustren y no presten ningún tipo de atención a la catequesis.” Como solución, ella recomienda poner al frente a las personas de la parroquia con una mayor formación y conocimiento como tutores.
Desde mi punto de vista, eso no va a funcionar al nivel parroquial. Si existen ese tipo de personas en la parroquia, porqué no están envueltos en un programa de educación religiosa? Pero hay una solución perfecta en el seno de cada familia, como nos ha mostrado las clases del Abuelo.
Los padres somos los primeros educadores para nuestros hijos, sin duda, como afirmó el Papa Juan Pablo II. Pero desde mi punto de vista, tengo que admitir, que es complicado para los padres catequizar. A menos que exista un padre que se limite drásticamente las actividades extracurriculares de los chicos (sin mencionar el tiempo que se invierte en aparatos electrónicos), es muy difícil entablar una conversación profunda con los hijos. Y eso asumiendo que conocemos en profundidad nuestra fe. Pero quizás nuestros mayores, nos podrían ayudar a catequizar a nuestros hijos en edad escolar, mientras los padres realizan otro tipo de tareas fundamentales para el día a día (o incluso mientras nos echamos una siesta, por que no?).
Porqué no preguntamos a nuestros mayores si quieren compartir su Fe con los niños? Quizas es la oportunidad que están esperando.
Traducido por Tony José Gutierrez
In English: Abuelo's Catechism
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